Artículo
El cine como un reflejo de la sociedad

Valeria Scheuch


 

Estudiante de la Escuela de Literatura, Universidad Finis Terrae.

 

  La experiencia del cine ha mutado. El séptimo arte es un claro exponente de la sociedad misma, cómo nos vemos y a la humanidad. Lo interesante es la gran osadía que comete el cine, ha traspasado las barreras. Las temáticas y recursos no son la única manera en que este se va adaptando a nosotros como sociedad. No es únicamente el contenido de los filmes, sino también la forma y cómo nos posicionamos ante él.

No es casual que el cine se aproxime a la gente y su visión de la vida. Es extraordinario pensar que es un arte, pero al mismo tiempo resulte ser un fenómeno sociológico, el cual podemos utilizar para estudiar los comportamientos y cosmovisiones de diferentes épocas y culturas. Es por esto que ha tenido que volver a pensarse para llegar a los consumidores. De esta manera logra llegar al espectador y a su realidad. No digo la palabra consumidores al azar.

En nuestros tiempos, donde las plataformas abundan y el contenido todavía más, la experiencia cinematográfica ha cambiado radicalmente. La cantidad se valora aún más que la calidad en términos de contenido. Por supuesto siempre ha sido una industria, pero hoy resulta más comercial que nunca. Muchas veces se pierde el foco de lo que realmente se quiere mostrar y contar con tal de vender el producto. Cosas simples que la gente disfruta y sabe que va a comprar. Resulta ser algo muy superfluo, entretenimiento rápido y sencillo.

Historias cliché que fueron contadas un millón de veces con otros nombres y locaciones. No nos agrada sentirnos incómodos, por lo que rehuimos a más no poder de vernos a nosotros mismos, las cosas que hacemos mal o que ni nos cuestionamos cuál es la razón por la que lo estamos haciendo. Es más fácil entrar en piloto automático. Por lo que, si no nos sentimos atraídos en los primeros 5 minutos de película, pasamos a la siguiente o peor aún, si nos saca de la zona de confort. Si no es un filme interactivo, que nos permite sentir que tenemos poder sobre este, no cautiva lo suficiente.

¿Pero por qué, es que acaso hemos perdido el foco de lo que trata el cine?

Nos hemos vuelto egocéntricos. Es complejo pensar que el material que podamos crear nosotros con un clic basándose en dos opciones, resulte más interesante que una producción con una visión artística y cultural de las personas, que nos obligue a pensar y reflexionar de la vida. Quizás hemos perdido la costumbre de la contemplación, con una vida repleta de estímulos que no alcanzamos a captar y ya estamos recibiendo otro. Una vida rápida, donde no hay tiempo para observar. Que incluso resulta más fácil no hacerlo porque creemos no es relevante. Además, ¿qué sucedería con el sistema si realmente todos nos detuviéramos a pensar que está sucediendo en el mundo y nuestras vidas? Somos una sociedad sensible, donde cualquier cosa diferente a lo que pensamos nos pone extremadamente incómodos, donde promovemos una falsa tolerancia. Y digo falsa porque es muy fácil aceptar las cosas en teoría, pero cuando las vemos en una pantalla gigante o en la calle nos escandalizan.

Una sociedad que pide lo instantáneo, donde los procesos pasan a un plano secundario, ha hecho que la industria cinematográfica se convierta en un bien de consumo más que en un arte. Esto no siempre fue así, y he vivido esa experiencia en primera persona. Bajo ningún motivo puedo excluirme de esta ajetreada vida, he caído en todo lo que mencioné anteriormente, es probable que, al igual que todos, entre en piloto automático gran parte del tiempo.

Sin embargo, he descubierto en el cine algo que jamás había vivido, una experiencia que te obliga a parar a pensar y a estar presente. Forzosamente te lleva a la desautomatización, puedo incluso decir que he vivido una transportación en el tiempo que me ha hecho parar a contemplar y empaparme de otra realidad. Suena casi una epifanía y a decir verdad lo fue.

Durante el período que duraron las películas en un salón hermoso de Valparaíso, he podido conectarme con la experiencia más pura que he vivido hasta ahora con el cine. Donde es abismal la diferencia de acercamiento de las generaciones anteriores en relación con la mía. Donde adultos mayores emocionados hasta las lágrimas compenetrados con una pantalla gigante, cantando canciones, estando realmente presentes en la experiencia del cine, donde es eso: una experiencia y no el simple hecho de ver un material multimedia en el celular o el Tablet. Es muy especial lo que sucede al ver una película en un entorno que te permite acoplarte con el filme, se vive diferente y es sencillo percibirlo en las personas de mayor edad. El respeto que se tiene es profundo, como si realmente entendieran todo lo que hay detrás para poder estar presentes en ese lugar. Los procesos son apreciados. Y que realmente si nos detenemos a observar, podemos entender mucho más. Donde al girar la cabeza se puede ver la sala de proyección con las máquinas, los rollos pasando por estas con un sonido tan particular, acogedor e intrigante al mismo tiempo.

Vengo de una generación que jamás entendió de procesos, la cual no se molesta en entender los funcionamientos de las cosas porque todo parece solucionarse por sí solo. Pero esto fue diferente, tuve la suerte de ver a la gente tras la proyección de las películas. A diferencia de lo digital, no se trata de solo ponerle play y sentarse. Requiere una gran experiencia para poner cada rollo de la manera adecuada en la máquina para poder disfrutar de la película. Es un trabajo silencioso, no acostumbramos a verlo, menos aún estos días. Este ser misterioso, con un aire casi fantasmal porque está ahí todo el tiempo, pero nadie sabe de él, se queda mirando todo el filme asegurándose que todo funcione a la perfección.

Todos teniendo toda la fe para que en ningún momento salte o se queme y con eso concluya la función, (parte de la adrenalina que sentí durante todo el tiempo). Hoy cada película resulta ser un tesoro que hay que perseguir durante mucho tiempo para tener en las manos, escaso y escurridizo. Eso en primer lugar, porque es el trabajo de otros magos restaurar el material. Nunca hemos sido muy visionarios respecto a nuestros bienes culturales, no hubo muchos cuidados con ellos, por lo que las condiciones en las que lo encontramos son generalmente bastante precarias. Para poder ser proyectado requiere un exhaustivo trabajo de restauración, y eso, luego de encontrarlos ya que están todos repartidos por los lugares más impensados, ferias libres, casas viejas, alguna reliquia familiar o botado en algún lugar. Pequeños tesoros que pasan desapercibidos entre chatarra y recuerdos.

Debo confesar que es una experiencia que se vuelve adictiva. Todos hablan del sueño de crear una máquina del tiempo, debo decir con todo respeto que creo que ya la tenemos y se llama cine, lo he mencionado ya previamente. Es realmente increíble cómo a través de este mundo podemos conocer tantos otros. Es una manera tan real y honesta de transportarnos. Viviendo en primera persona la visión de mundo de cada época, las preocupaciones y cómo no, las alegrías.

No es que esté cayendo en el clásico mal de añorar todo lo pasado y pensar que todo lo nuevo es malo, al contrario, creo que hay que recuperar las cosas que tiene el pasado y aprender de ellas, como también disfrutar de lo que ha mejorado. Detenernos un momento a pensar y entender la manera en la que estamos viviendo. Es obvio que hay muchas cosas que hoy funcionan mejor, pero en mi experiencia personal y mi humilde opinión, el cine no es una de ellas. Existe por supuesto excelentes materiales nuevos, pero por las mismas razones que he venido exponiendo no han podido vivir el apogeo a pesar del potencial. Principalmente porque no le estamos entregando los suficientes espacios que estos merecen. Muchas películas hoy son consideradas de nicho o de cine-arte porque no son lo suficientemente comerciales, pero seamos honestos ¿no debería ser todo el cine considerado arte, o resulta inevitable hacer una división entre lo comercial y lo artístico?

Creo que este festival te invita a hacer ese viaje, y no solo por estos maravillosos filmes, sino por toda la experiencia. Cada detalle pensado a la perfección. Es un completo placer ver cómo el trabajo de muchas personas se transforma en esta pequeña entrada al pasado. Te hace sentir más cercano que nunca a nuestros antepasados y finalmente nos obliga a salir de esa zona de confort.

Nos vemos forzados a observarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean. Además de entender un poco cómo nos veíamos a nosotros en el pasado, lo cual tenemos claro, pero es realmente gratificante bajarnos durante un par de horas de este tren tan acelerado en el que vivimos.

Los aparatos inalámbricos nos han vuelto ajenos, espectadores ansiosos con el deseo de controlar lo que sucede con lo que se esté reproduciendo en el momento. Nos han vuelto absortos en cada uno de nosotros y nuestro pequeño mundo que transportamos a diario. Hago profundamente la invitación de entregarse a estas experiencias cinematográficas y atemporales, que traen un trozo del pasado al presente en el que nos encontramos. Es como si la línea temporal se quebrara por un par de horas. El cine sigue y seguirá siendo un reflejo de nuestra identidad como generación, ya sea de una manera intencional o no. Es un arte tan vivo como nosotros mismos y que nos conecta a todos.

 

Artículo por Valeria ScheuchEstudiante de la Escuela de LiteraturaUniversidad Finis Terrae Muy Interesante !